lunes, 11 de febrero de 2013
Las familias prescinden de ellas
Sarlesh, una india de 35 años, salió un día corriendo de su casa por un fuerte dolor de pelvis. Después de caminar varios kilómetros llegó a la clínica más cercana para someterse a una interrupción del embarazo. Cansada, débil y cubierta en lágrimas le dijo al médico que no tenía la fuerza de concebir otro hijo, a menos que fuera un hombre. Era su décimo embarazo. Tenía ya ocho hijas y un varón. La mujer contó con resignación que lo mejor para su familia era tener un niño. “Sería tan feliz si pudiera tener una pareja de niños, algo diferente a tanta mujer”, relató.
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